Hace ya casi cuatro meses que cambie mi querido Motorola Razr por un magnífico BQ Aquaris 5HD. Mi hermano decidió regalármelo tras haberlo dejado olvidado en un cajón por culpa de un Galaxy S5 que adquirió hace poco a través de operador.

La cuestión es que, viendo el espléndido resultado que me está dando mi nuevo BQ, pienso que el actual ritmo de actualización de terminales está más motivado por una avaricia desmesurada por parte de los fabricantes, que por una necesidad real. Si bien he de reconocer que, pese a ser un amante de la tecnología, intento hacer un consumo responsable y no renovar material cada vez que cambia el número de la versión.

Adquirí mi Motorola Razr en diciembre de 2011 y lo jubilé en Agosto de 2014. Es decir, me duro dos años y siete meses.  Durante todo este tiempo, y centrándonos únicamente en Samsung y en su terminal fetiche, se han puesto a la venta los siguientes modelos:

–          Samsung Galaxy SIII: Mayo 2012

–          Samsung Galaxy S4: Abril 2013

–          Samsung Galaxy S5: Abril 2014

Considero que el uso que hago de mi smartphone es bastante intensivo, ya que no me limito al Whatsapp y a un Angry Birds de vez en cuando, sino que utilizo prácticamente a diario las siguientes aplicaciones: Jorte, Maps, Runtastic Pro, Telegram, Whatsapp, Dolphin, Evernote, Tunein Radio, Twitter, y Play Music, además de Skype, Drive, Gmail, Pocket, Plume y Youtube, de manera esporádica.

En honor a la verdad,  los últimos meses de vida de mi Razr fueron algo duros. Iba bastante lento y tenía que reiniciar de vez en cuando para poder seguir utilizándolo. Sin embargo, con el BQ, que a nivel de hardware se asemeja bastante al Galaxy SIII (puesto a la venta en 2012), no tengo ningún problema: va rápido, no se bloquea ni ralentiza y la multitarea funciona estupendamente.

Después de la revolución que supuso el primer iPhone en 2007, parece ser que los avances consisten, especialmente en estos últimos tres años, en pantallas más grandes, hardware más avanzado y perfiles más finos.  Todo, con tal de poder presentar por lo menos un terminal estrella al año y que las ventas no decaigan.  ¿Hasta cuándo durará este ritmo de actualizaciones sin innovación relevante? ¿Cuánto tiempo más tendremos que soportar esta creatividad estéril? O quizás, es que estamos saturados.