Una vez más, los usuarios nos enfrentamos al cierre masivo de plataformas a través de las cuales consumir cultura. Una vez más nos atacan y quieren llevarse por delante algo que hemos construído entre todos. SeriesPepito ha caído, parece que Series.ly se va a hacer el harakiri en las próximas horas, ayer caía también ThePirateBay y hoy nos sorprenden con la noticia de que Google News, el lector de noticias de la gran G, cierra sus puertas en nuestro país por culpa del canon AEDE. Un duro golpe para todos (y digo todos porque sólo una minoría se beneficia), que una vez más tenemos que ser testigos mudos desde nuestras pantallas mientras tenemos que renunciar a todo el contenido que estos servicios nos ofrecían sin poder hacer absolutamente nada. Todos los tribunales europeos consideran que el hecho de alojar enlaces no supone una comunicación pública en ningún caso (y por tanto no es delito), pero parece que para lo que queremos (sobre todo si Estados Unidos nos presiona como es el caso) sí que podemos ir más allá de Europa.

Y es que ahora ya no estamos hablando únicamente de piratería, estamos hablando de que van a tener que cerrar servicios que mucha gente utiliza para leer las noticias diariamente por culpa de un canon que seguro sirve para enriquecer más si cabe a los jeques que promueven estas ideas. ¿Qué sentido tiene cobrar por enlazar un contenido? Estos enlaces muchas veces benefician a las páginas que publican ese contenido ya que pueden llegar a más lectores, y en caso de que no estén de acuerdo siempre se puede pedir que retiren los enlaces a su sitio.

Lo que más me jode es imaginarme a esos grandes jeques de la cultura. Multimillonarios con residencia fiscal en otros países, que ahora mismo estarán celebrando con su copa de brandy en la mano que quizá gracias a este tipo de medidas van a ser un poco más ricos. Una estampa que sólo me trae a la mente las caricaturas de principios del siglo XX en las que se los representaba como cerdos trajeados devorando todo lo que pueden y más del sistema; o la frase del gran Miguel Hernández: “cerdos con un origen peor que el de los cerdos”.

Muchos llegados a este punto se escandalizarán pensando que vengo a justificar el robo. Que mis palabras sólo vienen a dar soporte a que ciertos delincuentes puedan seguir con su actividad; a dar respaldo a una situación en la que se vulnera el derecho de la propiedad intelectual. Sepa usted, ofendido lector, que cuando una actividad que se considera delictiva es llevada a cabo de forma habitual por la inmensa mayoría de la población, esta pierde su carácter de ilegal y que además, nos estás llamando delincuentes a la inmensa mayoría de los ciudadanos. Como profesional del audiovisual he sido testigo de cómo altas figuras de este mundillo, que de cara a la galería mantienen una imagen bastante dura de persecución de la llamada “piratería”, en sus domicilios descargan y consumen este tipo de productos. ¿No será que el problema está en el otro lado?

Aún recuerdo cuando Alaska dijo que a ella no le importaba que la piratearan. Ella lo que quería es que la gente escuchara su música, que fuera a sus conciertos (Lo que viene siendo la opinión de la mayoría de “pequeños” creadores cómo es mi caso). Aunque no voy a entrar a valorar cómo está el podrido mundo de las discográficas en este momento, y cómo los artistas dónde en realidad ganan es en los conciertos; sí diré que Alaska tuvo que retirar inmediatamente estas palabras diciendo que había sido un malentendido, por el bloqueo inmediato al que se vió sometida por parte de la industria. Un mismo bloqueo que a mí me obliga a publicar este artículo de forma anónima.

Volviendo al hecho de que es imposible meter a toda la población en la cárcel (porque reconozcámoslo, prácticamente todo el mundo ha consumido alguna vez alguna película descargada de internet) me gustaría regresar por un instante a la figura del legislador de los noventa. Como evidentemente eran más sensatos que hoy en día, se dieron cuenta de que el VHS y la cinta de cassette permitían a todo el mundo realizar copias de sus películas y de su música favorita. Ante esto, tenía dos opciones: perseguir a todo el mundo casa por casa, o la vía por la que optaron: primar el acceso a la cultura sobre el beneficio económico derivado de ella. Es decir, era más importante que la gente fuera más culta y estuviese mejor formada, sobre el aumento de riqueza de los grandes creadores.

Reconozcámoslo de una vez. El hecho de que vea una película en mi ordenador no significa que hubiera ido a verla en cine en caso de no haberlo podido hacer. Se encabezonan en señalar a la piratería como la quimera de la industria audiovisual, apartando la mirada hacia el otro lado cuando el precio de las entradas baja y las salas se llenan. Voy al cine a ver películas que considero que merecen la pena y he de reconocer que incluso he ido a ver secuelas de filmes que he visto en mi ordenador y que de ninguna otra forma habría conocido. He ido a conciertos de grupos cuyo disco me he descargado. En estos dos casos, la industria se ha beneficiado indirectamente del consumo de piratería. (Sobre todo en el caso de los conciertos, en los que la asistencia se disparó masivamente a principios de la década pasada y que la industria nunca fue capaz de asociar a este fenómeno, sino que ingenuamente lo explican como consecuencia del efecto “operación triunfo”…)

En aquellos lejanos noventa, se determinó que era más importante el acceso a esa cultura como derecho universal de todo ser humano. Se pusieron dos únicos requisitos para garantizar este derecho a la copia privada, y que veo lógicos porque de hecho defienden la industria: No realizar una comunicación pública de la obra, y no lucrarse con su distribución (es decir, no generar beneficio económico con ello). Alguno intentaría incluir después el hecho de ser dueño de la obra original, pero eso era completamente falso. La copia privada estaba garantizada bajo esas dos únicas premisas.

Haciendo mías en este momento las palabras de David Bravo: “sólo un niño es tan ingenuo como para pensar que poniendo un dedo en un colador pasará menos agua”. El legislador de los noventa se dió cuenta de que es imposible poner barreras al mar. Cuando se cerró Napster inmediatamente había otros cinco programas que nos permitían hacer lo mismo. Esas horas oscuras en que se cerró Megaupload (y que inevitablemente la situación actual me hace evocar) no sirvió de nada y hoy día tenemos miles de servidores que hacen lo mismo e incluso mejor (ahí tenemos a su sucesor MEGA). ¿De verdad creen que pueden detener el acceso a toda esta cultura? Como ya digo, soy el primero que si tuviera una alternativa económica iría de cabeza a por ella. Pero no, señores, no voy a pagar diez euros por una entrada de cine (y por si no os habéis dado cuenta, un IVA cultural del 21% perjudica más a la industria que la suma de toda la piratería).

Cuando nació el VHS, estos mismos que gritan en contra de la piratería alzaron la voz diciendo que era la quiebra del mercado cinematográfico. Años después, con el nacimiento de Blockbuster, el alquiler de video se convirtió en la primera fuente de financiación del sector. Lo salvó en lugar de condenarlo. Pero es demasiado difícil reconocer cosas así por parte de estos grandes adivinos. ¿Por qué buscar alternativas al ya difunto sector tradicional, cuando podemos llamar a todo el mundo delincuente y dedicarnos a perseguirlos como si de la obra 1984 se tratara? Es más fácil seguir ofreciendo la misma televisión de hace 50 años pero en HD en vez de buscar alternativas que nos gusten a todos. Ahí tenemos el caso de Youtube, que poco a poco va ganando terreno de forma imparable a la televisión tradicional.

De hecho con la ley Sinde se introdujo algo peculiar y a la vez contrario a toda democracia. Cuando se llevaba ante los tribunales a los administradores de las webs, en la mayor parte de los casos se declaraba que no cometían ningún delito; algo que el gobierno del régimen no podía de ninguna manera tolerar. ¿Que hicieron? Sencillo. Cómo los jueces no les daban la razón se pasarían a los jueces por el forro. Crearon la llamada comisión Sinde. Un órgano político encargado de determinar que es delito o no, cogiendo de esa forma un poder que, en cualquier democracia que se precie, sólo debería estar en manos del poder judicial. Vamos, que nos mean encima y tienen la jeta de decirnos que llueven.

Quiero aprovechar este artículo para dar las gracias a toda la comunidad. Compartir películas me ha aportado el gran acceso que he tenido a la cultura. Sin la comunidad habría visto poco más de un centenar de películas en lugar de las miles que he podido disfrutar. Las series en versión original han hecho más porque aprenda inglés que décadas inmerso en este sistema educativo basura en el que estamos. Gracias a la piratería he podido vivir historias de las que no hubiera podido ser testigo de ninguna otra forma. No dispongo del dinero suficiente para poder consumir toda la cultura que quisiera y eso me convierte en un criminal, aunque en la práctica y en varias ocasiones se haya imputado a miembros de la SGAE por un supuesto delito de apropiación indebida y administración fraudulenta (¿quién es el delincuente? dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul…) ; pero he de decir que no me considero tal y por tanto nunca me cansaré de agradecer el esfuerzo de toda esa gente que sube contenido para que todos podamos disfrutar de ello, sin esperar siquiera nada a cambio.

Quiero alternativas señores, no criminalización. El sistema actual está muerto. La televisión tradicional no funciona y han aparecido montones de plataformas en las que innovar y dar de nuevo un salto equivalente al que el VHS supuso en su día. Tenéis dos alternativas, continuar con el control que ejercéis en instituciones políticas para tratar de mantener a golpe de ley un modelo de negocio que ya no es viable o luchar por encontrar nuevos caminos.

Se que a muchos no les gustará este artículo. Me da sinceramente igual. No voy a ser un hipócrita. Defiendo las descargas porque soy uno de los millones de personas que en este país consume cine en internet. Me podrán insultar y podrán atacar con toda la fueza que quieran, pero no me van a robar la libertad de defender lo que creo más justo. Desde aquí quiero aprovechar a dar esperanza a todos, cerrarán una plataforma, pero muchas nuevas se abrirán. No pueden detenernos. Somos legión. No olvidamos. No perdonamos. Esperamos.